
Muchas empresas hablan de IA, pero pocas se detienen en el insumo más crítico: los datos. Sin datos de calidad, la IA es un castillo de arena. Y no basta con acumularlos. Una estrategia de datos bien diseñada es la diferencia entre jugar con juguetes de moda o construir ventajas competitivas reales.
Diseñar esa estrategia implica tres pasos. Primero, decidir qué datos importan: no todo lo que se mide genera valor, y no todo lo que se guarda se transforma en aprendizaje. Segundo, gobernar los datos: definir reglas claras de acceso, seguridad y actualización. Tercero, activarlos: integrarlos en procesos, decisiones y modelos de negocio.
Las empresas que no trazan este mapa acaban alimentando algoritmos con ruido. Las que lo hacen, descubren que la IA no es un accesorio, sino una capa que amplifica lo mejor de lo que ya saben hacer.