
Cuando hablamos de IA en empresas, solemos pensar en eficiencia: reducir costos, automatizar tareas, ganar velocidad. Pero esa mirada es miope. La IA no solo hace que lo viejo funcione más rápido; abre la puerta a lo que antes era impensable.
Los modelos de negocio no cambian porque aparezca un software más barato, cambian porque alguien redefine la lógica de valor. Y la IA está forzando esa redefinición. Desde bancos que dejan de ser “lugares” para convertirse en plataformas abiertas, hasta fabricantes que ya no venden productos sino datos sobre su uso.
La clave está en no quedarse en la superficie. Usar IA para “mejorar” lo existente es apenas el primer escalón. El verdadero salto está en repensar el negocio completo: ¿qué problema resuelvo? ¿qué activos invisibles puedo poner en juego? ¿qué barreras de entrada puedo crear con datos y algoritmos?
La IA como catalizador no garantiza éxito. Pero sí garantiza algo más importante: la posibilidad de que tu negocio deje de parecerse tanto al de los demás.